miércoles, 10 de noviembre de 2010

PASARAN MAS DE MIL AÑOS, MUCHOS MÁS....

Reconozco que en otoño la nostalgia me invade por doquier. Es que, es llegar el viento y la caída de la hoja y quedo rendido ante los recuerdos y sensaciones de tiempos atrás.

Si ayer fueron el Tejo y el globito azul, hoy me ha cautivado la música. ¿Qué cómo es éso? Pues muy fácil.

Todo ha sucedido de mañana, cuando caminaba por la ciudad en mis quehaceres laborales. Acababa de saludar a mis sobrinos Beatriz y a su pequeño Claudio de un año, al que había hecho reir como de costumbre, obligándole a repetir todas las monerías que le enseño: ¿cómo hace la yaya? y el buen Claudio se empieza a dar golpes con su mano derecha en la cabeza, a imitación de su bisabuela que cuando le dicen algo que no quiere oir, se hace la olvidadiza a la par que se arregla el pelo de su parte trasera de la cabeza en repetidos toques.

Tras este encuentro familiar reanudo la marcha por La Carrera, y conforme avanzo, me empiezan a llegar unas delicadas y suaves notas musicales a mis oidos. Enseguida ubico su procedencia. ¡Cómo no!, en el mismo sitio de costumbre. Ahí está el músico de siempre con su violonchelo y su inconfundible fisonomía, recio, ya algo mayor y con su pelo totalmente blanco. Como siempre, está con su sillita apoyada a la pared, y es una delicia oirle tocar al tiempo que vemos como desliza el arco por las cuerdas, con sus ojos cerrados y totalmente concentrado. Su cabeza se mueve suave y rítmicamente al compás de la música.

Conforme me acerco, la música me inunda todo el cuerpo. Está interpretando un bolero precioso y conocidísimo que suelen cantar entre otros el mexicano Luis Miguel y también Los Panchos. Se trata de "Sabor a mí", y oído al chelo, en una mañana de otoño ventosa me hace estremecer de gusto y felicidad. ¡Qué bonita música! ¡Cómo me atrapa y me envuelve! Me detengo unos instantes y le miro. En ese momento el artista también me mira mientras su cabeza sigue rítmicamente al compás de la música. Vuelve a cerrar sus ojos.


Entonces es cuando recuerdo con nostalgia que a este señor ya lo hemos visto bastantes veces en Tudela y desde hace muchos años. Por su fisonomía parece ser del Este de Europa. El buen señor seguro que emigró buscando mejor fortuna. También lo he visto en San Sebastián.


Y mi recuerdo se llena viéndome de la mano de mi hija Miriam cuando era una niña, paseando por La Carrera y viendo a este mismo músico. Entonces mi hija ya iba a la Escuela de Música de Tudela, hoy Conservatorio, y empezó practicando violín y posteriormente flauta travesera. Hace ya tanto de ello......


Puede que por estimularla más en su aprendizaje o por una gracia ocurrente sin más, le dije "¿sabes, este señor debe ser ruso?" y me dijo ella "¿cómo lo sabes papá?" y entonces le conté que en esos países tan fríos, nieva tanto que la gente apenas sale de casa, por lo que están todo el día o jugando al ajedrez o tocando música, y que por eso son tan buenos en ambas cosas. Y que la prueba evidente de que eran rusos era la siguiente: "¿no le ves los ojos?, los tiene casi cerrados siempre, y es debido al reflejo continuo de la nieve. Todo está nevado y cuando salen a la calle o abren las ventanas para mirar afuera, les refleja la luz en la nieve. Y por eso desde siempre tienen ese gesto en sus ojos."


Y conforme fue creciendo mi hija, siempre hemos recordado con gracia, a este señor y lo de intuir que son del Este debido a sus ojos.

Hoy me he enternecido aún más, será porque hace días que no veo a mi hija. ¡Este otoño nostálgico!

Proseguí mi camino y la bonita música del chelo me acompañaba al tiempo que se iba languideciendo con la distancia. Eché un último vistazo atrás y mientras aún le veía, me acordé con mucho cariño de mi hija Miriam. Y me alejé tarareando al son de la música:

"Pasarán más de mil años, muchos más
yo no se si tenga amor la eternidad
pero allá, tal como aquí
en la boca llevarás
sabor a mí."

A continuación y para los amantes de este bolero y de Luis Miguel, pinchad este vídeo y le veréis interpretándolo. Que disfrutéis.



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