martes, 5 de abril de 2011

HISTORIAS INÉDITAS SIN PIES NI CABEZA




© Juan Fco.Casanova Pérez (todos los derechos reservados)

1.- EL POLÍTICO OCASIONAL



Como cada mañana al salir, cerré la puerta con doble vuelta de llave. Era ésta una costumbre que desde hacía tiempo tenía arraigada, pues cada vez eran más los robos en las viviendas. Llegué a la puerta del ascensor y pulsé el botón de llamada al tiempo que me acariciaba la cara. Tenía la piel irritada por la maldita costumbre de pasarme la cuchilla varias veces en el mismo sitio. Y todo era por ahorrar, “estiraba” demasiado el uso de las cuchillas. El día se presentaba rutinario como todos los demás por lo que llevaba la mente ausente. Llegó el ascensor abrí la puerta y entré. Pulsé el cero como siempre y empezó a bajar. Tenía la vista hacia arriba, al frente, como hacía siempre. Esta vez me pareció que tardaba algo más en bajar. Extraña sensación.



Salí al vestíbulo del inmueble y al pasar delante de los buzones, jugué como siempre a ver si la célula del techo no me detectaba. Solía apartarme voluntariamente de mi ruta un pelín para que no se encendiera la luz que iluminaba los buzones, pero no, me detectó como casi siempre y me soltó todo su chorro de luz encima. ¡Otra vez será!, me dije, y me subí bien el cuello del abrigo ya que en la calle me esperaba una mañana muy fresca.



Salí al exterior y me quedé perplejo. ¡Todo lo que veía me era desconocido! ¡La calle, las casas de enfrente, nada me era conocido! Mantuve la boca abierta a la par que movía los ojos como platos en todas direcciones. Aún acerté a dar tres indecisos pasos y me paré embobado. ¡¡¿Qué había pasado en mi calle?!! Una amable señora me preguntó si me pasaba algo y negué moviendo la cabeza pero manteniendo la boca abierta. Ella se alejó diciendo no se qué si me había dado un aire……





Giré a la izquierda como hacía siempre para iniciar mi camino a la oficina. La tienda del libio Muhammad no existía. En su lugar había un sex-shop y en su escaparate podían verse toda clase de artilugios sexuales, ropas incitantes, etc... Mi asombro iba en aumento ya que me decía que era imposible que mi buen amigo Muhammad, de la noche a la mañana, hubiera cambiado su humilde negocio de alimentación por este de sexo. Pensé que quizás su religión no se lo permitiría, pero oye, cada uno hace lo que quiere.


Iba dando pasos sin firmeza, pues el asombro y la sorpresa me hacían no avanzar apenas. Miraba todo a mí alrededor y me era totalmente desconocido. La cervecería famosa por los litigios de la comunidad en su contra ahora era un Banco. Pude observar que había alguien en el cajero y al insertar su tarjeta, ¡le salía una jarra de cerveza con toda su espuma arriba! ¡Pero que locura era esa!







La cafetería-panadería de la esquina era una autoescuela donde se anunciaba a muy buen precio “el carnet de bicicleta voladora” ¡¡ ¿¿??!! ¿Bicicleta voladora? ¿Qué es eso? ¿Qué me estaba pasando Dios mío? ¿Qué sucedía a mí alrededor? ¿Dónde estaba?




Seguí por mi calle habitual y al llegar al gimnasio vi que se anunciaba un Supermercado. Los clientes entraban y salían cargados con su compra, pero ¡vestidos de deporte! ¡Todos iban haciendo footing, y sin parar pasaban por las estanterías y cogían los artículos! ¡En la puerta con un silbato en la boca y sin dejar de pitar estaba Mourinho dirigiendo la entrada y salida! Y les decía con mal genio a todos: ¡No se paren! ¡ el que lo haga no compra!





¡No reconocía a nadie de mis habituales! ¿Dónde estaba la gente con la que me cruzaba a diario? ¿Es que habían desaparecido todos?





Seguí adelante a la par que experimentaba un desconcierto cada vez mayor. ¡Estaba totalmente atónito, perplejo y sumido en un mar de confusiones! (Esta frase la aprendí de pequeño)



Al acercarme a lo que era mi lugar de trabajo ¡vi que ahora era La Casa Consistorial! ¡Dios mío! ¡El Ayuntamiento está en donde estaba la oficina! Me acerqué titubeando con cara de sorpresa para mirar al interior a ver si conocía a algún compañero de trabajo. En ese instante el guardia que había en la puerta me soltó un sonoro “Buenos días D. José Luis”. Le miré embobado con cara que denotaba sorpresa a la vez que giré el brazo derecho con el dedo índice apuntando hacia mi pecho, como diciendo “que si era mí”. Pero lo más extraño es que a ese guardia sí que lo conocía, era ¡el mismísimo Torrente! El guarrete del cine que siempre decía “¿Qué chavalote, nos hacemos unas pajillas je, je, je? Espero que no me lo diga a mí ahora. El guardia me volvió a decir “¿se encuentra bien D. José Luis?”





Enseguida se me acercó otra persona que sin parar de hablar me puso al día de todo lo que tenía que hacer esa mañana. ¡La Virgen! ¡Esa cara la conocía yo! ¡Era Carmen Sevilla! Entre otras cosas me dijo que ya me había cogido como siempre “er cuponsito del día". Quise decir que se equivocaban, que yo era otra persona, pero no podía, algo me lo impedía.





Me llevé la mano derecha al rostro restregándomela por todo. No atinaba a salir de mi asombro. Oí decir a mí alrededor “ya viene el Sr. Alcalde” y entonces me giré para verle yo también, pero solo veía miradas que se fijaban en mí.




Una chica rubia en chandal rosa chillón con los ojos muy pintados y un montón de papeles en una mano, me agarró el brazo y sonriente me llevó hacia una sala mientras me preguntaba si me encontraba mal. ¡Era nada más y nada menos que Belén Esteban! Le pregunté que “si es que el Alcalde era yo” y me contestó “pues claro que sí, D. José Luis, que bromista es usted” “Yo por usted ma-to! ¿eh? ¡ma-to! ¡Era mi secretaria personal! ¡Yo el Alcalde! ¡Qué clase de broma era ésta! Entonces me condujo a mi despacho y me hizo sentarme en un sillón mientras ponía sobre la mesa un montón de papeles para firmar.






Un ujier dejó un café humeante sobre el escritorio y un vaso de agua. Rápidamente tomé la taza en mi mano y sorbí un trago del aquel rico café. Me sentí mejor y lo apuré todo de un golpe. El ujier me dijo en un gracioso tono andaluz “ pisha, ettá güeno ¿eh? “ Le miré a la cara y era “¡Paquirrín en persona!” De la sorpresa derramé el vaso de agua. Poco a poco me dejé llevar y empecé a firmar documentos con una pluma preciosa con ribetes dorados en la que se veía grabado el escudo de la ciudad y unas iniciales “ JLRZ “ ¡La firma que hacía no la conocía! ¿Quién era yo? La gente que me rodeaba no parecía asombrada, luego me conocían.


Enseguida el despacho se llenó de gente que venía a hacerme consultas y a pedirme autorizaciones. Yo escuchaba y decidía con la mejor razón de que era capaz. La gente se iba contenta y pronto venían más y más. Atiné a oír al fondo en un corrillo que “hoy el Alcalde está inspirado, acertado e irreconocible y vale la pena consultarle y pedirle cosas”. "No parece el mismo de siempre"





Recuerdo cuando me anunciaron la visita del Presidente del País vecino. Me levanté para saludarle y al tenerle más cerca, con asombro veo que es “¡Chiquito de la Calzada!”. Después de los saludos de rigor, me empezó a hablar sin parar de moverse, yendo y viniendo, mientras no paraba de recitar su habitual cantinela: “¿que hases fistro?” “Pecador de la Pradera ¿cómo te va?” “Estoy que no paro, me muevo más que la compresa de una coja”. “No puedo, no puedo” “Cuatro jinetes cabalgan hacia Bonansaaa”








En un momento dado me quedé solo. Fue entonces cuando un policía desdentado dijo que me acompañaba a casa a comer. Me levanté y fui con él. Me dio un casco muy ligero mientras me decía “póngase el casco cuñaaaaaaaoooooo”. ¡Era ese personajillo popular de la tele al que llamaban Risitas! Nos detuvimos delante de una bicicleta tándem, de esas para dos personas. El Risitas se subió delante al tiempo que me invitaba a subir al asiento trasero.


¡Mi asombro iba en aumento! Medio asustado subí a la bici con mi casco puesto y abrochado. “¿Listo?” me dijo. “Listo” le contesté. La bici salió rodando suave y ya en la calle, no se como, empezó a elevarse unos metros del suelo. ¡No me lo podía creer! ¡Estaba volando subido a una bicicleta sin alas y manejada por el Risitas! Enseguida aterrizó en mi bloque. Bajé y me despedí del guardia mientras volvía a elevarse en su bici.





Antes de entrar me dio tiempo de ver a Muhammad el libio tras el escaparate con un plumero en su mano limpiando el polvo de los artículos fálicos expuestos a la par que me dirigía una enorme y amable sonrisa. ¡No, no era él, era nada más y nada menos que el intrigante Rubalcaba con turbante y barba y en una tienda de sexo! ¡Qué extraño!





Entré en el ascensor y pulsé mi piso. Abrí mi puerta y enseguida fui a buscar mi sillón favorito. ¡Ahora todo me volvía a resultar familiar y conocido! ¡No sabía lo que había pasado! Puse la tele y empezaban las noticias locales. ¡Estaba tan cansado! Habían sido muchas sensaciones nuevas ese día, quizás me dormí….



Entreabrí los ojos y decían en ese momento en la tele que el Sr. Rodríguez Zapatero aquella mañana había despachado con gran acierto, inusual en él, un paquete de medidas muy importantes y que aportarían riqueza y bienestar a sus conciudadanos por lo que la consternación entre la gente era enorme y había trascendido fronteras. ¡Decían que era como si esa mañana Zapatero hubiera sido otra persona! ¡Había descendido el paro, subido la bolsa y abaratada la deuda pública con el anuncio de la subida de sueldos y pensiones!





Entonces me fijé que efectivamente ZP estaba firmando con la pluma de ribetes dorados los mismos documentos que yo había firmado. Atendía a las mismas personas que yo y se tomaba el café al igual que hice yo, primero un sorbo y luego el resto de un trago. A continuación derramó accidentalmente el vaso de agua.





Me levanté y fui al baño, me miré en el espejo y ¡seguía siendo yo mismo! ¡No tenía la cara de Zapatero! ¡No entendía lo que había sucedido! ¿Sería un sueño? Sí, seguro, todo habría sido un sueño del que despertaba ahora plácidamente en mi sillón. ¡Cómo iba a ser yo ZP! ¡Y volar en una bici! ¡Que locura! ¡Vaya mal sueño que tuve! ¡Gracias a Dios que la pesadilla había acabado!


Volví al sillón y al sentarme noté que algo se me clavó en la pierna. Metí la mano en el bolsillo y saqué ¡la pluma con ribetes dorados, con el escudo de la ciudad y las iniciales grabadas " JLRZ " !


F I N