jueves, 25 de noviembre de 2010

¡ADIOS PAPÁ !

Hospital Reina Sofía de Tudela.

5 de la tarde del jueves 18 de Noviembre de 2.010.

Mi padre deja de respirar para siempre.

Mamá y yo abrazados, te contemplamos. Ella me está contando como pasásteis la última Navidad en Ayora, acompañados de una familia amiga y lo bien que disfrutásteis a pesar de lo poco que comíais debido a la edad. Estando en ésas te vimos irte papá.

Te has ido sin sufrir. Estabas ligeramente sedado y tu respiración era buena y acorde. Sobre esa hora empezaste a hacer unas pausas cada vez más largas y así te sobrevino tu marcha de este mundo, sin enterarte. En el fondo nos pareció una muerte tranquila y plácida. ¡La que desea toda la gente! La verdad es que la vida te ha tratado bien, pues has vivido 85 años sin graves problemas de salud.

Ni soy el más indicado para hacer una glosa de tu vida ni la pretendo hacer. Solo escribir un poco es lo que quiero. Me lo pide el cuerpo y no se porqué.

Sabes que me fui de casa con 20 años para hacer la mili y ya solo volví por alguna vacación. Os dejé a ti, a mamá y a tres hermanos de 14, 11 y 8 años, a los que poco pude conocer y tratar, porque a mis 14 años, salí de casa para trabajar junto a ti y pasábamos todo el día fuera llegando casi a la noche. Mis principales roces con ellos se remontan a mi etapa de estudiante hasta mis 14 años y recuerdo haber jugado mucho con ellos y llevarlos al colegio. Pero hemos crecido separados y sin llegar a saber bien cómo somos cada cual. Esto me entristece mucho ahora.

El recuerdo tuyo que siempre viene a mi mente es el del día de mi Jura de Bandera en el CIR de Alicante. Os acabábais de trasladar por motivos de trabajo, desde Navalmoral de la Mata en Cáceres a Ayora en Valencia y sabía que teníais la casa patas arriba. Era la primera vez que me separaba de vosotros. Quizás de los dos mil o tres mil soldados sería uno de los pocos que ese día iba a estar sólo. Y estando en formación justo antes del comienzo de los actos, no me digas porqué, pero miré hacia atrás y en el sitio destinado a los familiares, ¡allí estabas tú! Te recuerdo con una camisa de esas llamadas saharianas, de color azul con múltiples bolsillos.
Estoy empezando a llorar sin poder contenerme y tengo que parar de escribir.

La tristeza que me embargaba desapareció al instante. Al vernos, ambos empezamos a saludarnos en la distancia. Desde ese momento estaba alegre y feliz y se lo empecé a contar a mis compañeros de alrededor. Acabada la ceremonia y tras los besos de rigor, marchamos a la nueva casa en Ayora.

Los recuerdos de mi infancia junto a tí, se agolpan en ni mente. Nuestros paseos por Cartagena….., aquellos domingos, en que íbamos al rompeolas del puerto y cogíamos con una lata vieja con agujeros a modo de colador esos exquisitos chanquetes que luego mamá freía. ¡Cómo disfrutaba yo!

Me llevabas por la calle de la mano, y me comprabas algo que nunca he visto en parte alguna: piñones con su cáscara, tostados. El vendedor llevaba su caja expositora a la altura del pecho y sujeta con una correa por la parte de atrás de la cabeza. Para poder abrir los piñones te daba un clavito al que previamente habían chafado la punta a modo de un destornillador, y así poder meterla por un huequecito que tenía el piñón y girando poder abrirlo y degustar el sabroso fruto de su interior.

Nos acercábamos al puerto trimilenario de Cartagena y veíamos los buques de guerra allí atracados en batería sobre la línea del puerto. Todos tenían sus escaleras tendidas hacia tierra y un marinero con su fusil de guardia al pie de la misma. Algunas veces dejaban subir para recorrer partes del barco y por supuesto que mi padre y yo subíamos. ¡Qué imponentes se veían con sus cañones y chimeneas humeantes!

También veíamos el famoso submarino del cartagenero Isaac Peral. ¡El primero del mundo!. Este submarino estaba en tierra firme, de adorno, y la gente se fotografiaba junto a él.

¿Y nuestras subidas al Castillo de los Patos? Desde donde se veía toda la ciudad.
!Qué bonita era Cartagena con su bahía, sus casa y sus montes!

En Semana Santa veíamos juntos los desfiles matinales de los granaderos y de los judíos. Perfectas formaciones militares que anunciaban y precedían a las majestuosas procesiones de la tarde.

También nos acercábamos al Ensanche para ver unas partidas de bolos. Entonces el Ensanche estaba vacío, sin construir viviendas. Recuerdo que la gente clavaba en el suelo unos palitos finos y desde lejos lanzaban la bola para derribarlos.

Los "caballitos" eran casi fijos. En la zona del Puerto estaban prácticamente todo el año unas ruedas de atracciones infantiles a las que acudíamos a menudo los domingos.

Por la tarde y cuando tocaba jugar en casa íbamos al fútbol para ver al “efesé”. Así se le llama al F. C. Cartagena, hoy Cartagonova. En mi tierra la “ce” se pronuncia como “ese” y en vez de decir voy a ver al Cartagena, se dice voy a ver al efesé (F.C.)

En verano cogíamos el autobús en la Plaza de la Merced e íbamos a la playa cartagenera de Los Urrutias. Clavabas cuatro tubos en la arena y un toldo encima de ellos y allí pasábamos el domingo. Mamá llevaba tortilla de patatas y carne frita con tomate. ¡Qué bien lo pasábamos! Te recuerdo sujetando el sombrajo en lucha a brazo partido contra el viento mientras comíamos tortilla con arena. ¡Qué recuerdos!

Por la noche en verano nos llevábais a las sesiones nocturnas infantiles de cine, bien en el Teatro Circo o bien en Los Juncos. ¡Qué sensación tan bonita estar en un cine al descubierto!

Por Cartagena pasaban anualmente bastantes de los mejores circos del mundo. ¡Cuando los circos eran circos! Jamás olvidaré el día en que con 9 años, me acerqué a uno de ellos por la tarde al salir del colegio y estando embelesado viendo las fieras se me acerca Buffalo Bill, para mí era el auténtico, claro, y en un mal español me dice "nesesichou agua parra mi caballou, si chú me la chraes yo dejarte entrar free, como se diche, grattis al Chircou"

¡Me estaba hablando el mítico Buffalo Bill! ¡ A mí ! ¡Cómo no iba a ayudarle! Y más teniendo en cuenta que su caballo tenía que estar fuerte para combatir contra los indios y perseguir búfalos. Así que agarré el cubo y sin dudar fui hasta un edificio en construcción a unos 300 metros y le traje como pude el cubo de agua y así hasta 3 veces. ¡Recuerdo que fue un gran esfuerzo para mí!

En cuanto empezó la primera función, Buffalo Bill me llevó gratis a un palco de primera fila, junto a la pista. ¡El espectáculo se veía grandioso desde ahí!, y así fue pasando el tiempo hasta que se me acerca mi padre y me saca de malas maneras del palco y del circo y ya en la calle me dio una buena tunda de palos de las de antes. Allí estaba también mi madre. Me castigaron directamente a la cama y sin cenar. Resulta que eran las 9 de la noche y no sabían nada de mí desde que salí del colegio.



Podría seguir enumerando uno y mil recuerdos más, pero con estos me bastan papá. Los recuerdos se agolpan en mi mente, pero siempre son de mi niñez e infancia junto a vosotros. Y tengo que decirte que fueron los años más felices de mi vida que recuerdo junto a vosotros.


Ahora echo de menos no habernos tratado y conocido más, a pesar de no perder nunca el contacto, pero no es lo mismo. Supongo que le debe pasar a todo el mundo al irse de casa y formar una nueva familia. Y después de tantos años, ahora y por causas de tu salud nos hemos visto a diario en Tudela. Ha sido un reencuentro casi diario en casa de Mari en donde poco a poco hemos asistido a tu decaimiento.

Destaco de los cuatro días en el Hospital, el miércoles a la tarde, momento en que, lleno de lucidez, te despediste de mamá y de nosotros cinco. Nos reconociste. Con un gran esfuerzo nos abrazaste uno a uno diciendo nuestros nombres y pasando tu brazo izquierdo por encima de nosotros, a la par que nos dabas un fuerte beso en la mejilla. ¡Ha sido de lo más fuerte que me ha tocado vivir! ¡Al día siguiente te fuiste!


El entierro fue en Ayora el viernes 19 a las 4 de la tarde. Asistimos toda su familia al completo, hijos, hermanos y nietos.




¡Descansa en paz, papá!

¡Adiós Papá!

miércoles, 10 de noviembre de 2010

PASARAN MAS DE MIL AÑOS, MUCHOS MÁS....

Reconozco que en otoño la nostalgia me invade por doquier. Es que, es llegar el viento y la caída de la hoja y quedo rendido ante los recuerdos y sensaciones de tiempos atrás.

Si ayer fueron el Tejo y el globito azul, hoy me ha cautivado la música. ¿Qué cómo es éso? Pues muy fácil.

Todo ha sucedido de mañana, cuando caminaba por la ciudad en mis quehaceres laborales. Acababa de saludar a mis sobrinos Beatriz y a su pequeño Claudio de un año, al que había hecho reir como de costumbre, obligándole a repetir todas las monerías que le enseño: ¿cómo hace la yaya? y el buen Claudio se empieza a dar golpes con su mano derecha en la cabeza, a imitación de su bisabuela que cuando le dicen algo que no quiere oir, se hace la olvidadiza a la par que se arregla el pelo de su parte trasera de la cabeza en repetidos toques.

Tras este encuentro familiar reanudo la marcha por La Carrera, y conforme avanzo, me empiezan a llegar unas delicadas y suaves notas musicales a mis oidos. Enseguida ubico su procedencia. ¡Cómo no!, en el mismo sitio de costumbre. Ahí está el músico de siempre con su violonchelo y su inconfundible fisonomía, recio, ya algo mayor y con su pelo totalmente blanco. Como siempre, está con su sillita apoyada a la pared, y es una delicia oirle tocar al tiempo que vemos como desliza el arco por las cuerdas, con sus ojos cerrados y totalmente concentrado. Su cabeza se mueve suave y rítmicamente al compás de la música.

Conforme me acerco, la música me inunda todo el cuerpo. Está interpretando un bolero precioso y conocidísimo que suelen cantar entre otros el mexicano Luis Miguel y también Los Panchos. Se trata de "Sabor a mí", y oído al chelo, en una mañana de otoño ventosa me hace estremecer de gusto y felicidad. ¡Qué bonita música! ¡Cómo me atrapa y me envuelve! Me detengo unos instantes y le miro. En ese momento el artista también me mira mientras su cabeza sigue rítmicamente al compás de la música. Vuelve a cerrar sus ojos.


Entonces es cuando recuerdo con nostalgia que a este señor ya lo hemos visto bastantes veces en Tudela y desde hace muchos años. Por su fisonomía parece ser del Este de Europa. El buen señor seguro que emigró buscando mejor fortuna. También lo he visto en San Sebastián.


Y mi recuerdo se llena viéndome de la mano de mi hija Miriam cuando era una niña, paseando por La Carrera y viendo a este mismo músico. Entonces mi hija ya iba a la Escuela de Música de Tudela, hoy Conservatorio, y empezó practicando violín y posteriormente flauta travesera. Hace ya tanto de ello......


Puede que por estimularla más en su aprendizaje o por una gracia ocurrente sin más, le dije "¿sabes, este señor debe ser ruso?" y me dijo ella "¿cómo lo sabes papá?" y entonces le conté que en esos países tan fríos, nieva tanto que la gente apenas sale de casa, por lo que están todo el día o jugando al ajedrez o tocando música, y que por eso son tan buenos en ambas cosas. Y que la prueba evidente de que eran rusos era la siguiente: "¿no le ves los ojos?, los tiene casi cerrados siempre, y es debido al reflejo continuo de la nieve. Todo está nevado y cuando salen a la calle o abren las ventanas para mirar afuera, les refleja la luz en la nieve. Y por eso desde siempre tienen ese gesto en sus ojos."


Y conforme fue creciendo mi hija, siempre hemos recordado con gracia, a este señor y lo de intuir que son del Este debido a sus ojos.

Hoy me he enternecido aún más, será porque hace días que no veo a mi hija. ¡Este otoño nostálgico!

Proseguí mi camino y la bonita música del chelo me acompañaba al tiempo que se iba languideciendo con la distancia. Eché un último vistazo atrás y mientras aún le veía, me acordé con mucho cariño de mi hija Miriam. Y me alejé tarareando al son de la música:

"Pasarán más de mil años, muchos más
yo no se si tenga amor la eternidad
pero allá, tal como aquí
en la boca llevarás
sabor a mí."

A continuación y para los amantes de este bolero y de Luis Miguel, pinchad este vídeo y le veréis interpretándolo. Que disfrutéis.



martes, 9 de noviembre de 2010

Chispazo infantil

¡Cómo soplaba el viento! El cierzo recorría las calles de la ciudad adueñándose de ellas. No había rincón adonde no llegara. A pesar de ello la mañana otoñal no era fría y los tudelanos iban por doquier cada cual a sus recados. Los más valientes se detenían a saludar a otros y no les importaba pararse en un cruce donde el cierzo reinaba con crudeza.

Me disponía a salir como de costumbre para acercarme al Banco. Antes de hacerlo, una compañera me alertó del fuerte viento y me aconsejó llevar una teja en el bolsillo. En ese momento me vino a la cabeza, no se porqué, la palabra tejo y le dije si recordaba el famoso juego infantil de nuestra lejana infancia. Los dos nos acordábamos con nostalgia. Nuestro rostro cambió de golpe. Ya no teníamos ese semblante serio que se nos pone al trabajar. No, teníamos una sonrisa bonita, alegre, inocente e infantil y empezamos ambos a recordar como era el juego del Tejo.





Rápidamente lo dibujamos en un papel y como no nos acordábamos bien,
cada uno participó dibujando la famosa tabla a su manera. Nos pareció recordar que el premio para el ganador que completara el recorrido era llegar al Cielo.

Debía ser algo así como un recorrido por la Vida con Purgatorio y todo. Por unos instantes un par de cincuentones fuimos unos felices niños.

Enseguida quisimos recordar las reglas del juego. Que si lanzábamos la piedra así. Que si no podías pisar ninguna raya. Eso sí, recordábamos que había que ir a la pata coja haciendo todo el recorrido y sólo se podía descansar con los dos pies en alguna casilla en concreto. Que si el tablero en su pueblo lo dibujaban con tiza en el suelo hasta la casilla nueve. Que si en el mío lo hacíamos en suelo de tierra marcándolo con un palo y con distinta forma.

Un auténtico juego de habilidad y de sociabilidad. Muy al contrario de lo que sucede hoy día en que cada niño se encierra en su habitación con su teléfono, su video consola, su televisor, su ordenador, etc.... Muy independientes y sin fomentar los valores del esfuerzo en equipo, que a la larga son imprescindibles para avanzar en la sociedad.



¡ Fueron unos bonitos instantes de regreso al pasado, al pasado feliz de la infancia !



Salí a la calle y el viento me saludó en el rostro enseguida. Me abrigué el cuello y apreté el paso. Al salir del Banco por el Paseo de Invierno y yendo absorto precisamente recordando lo hablado antes en el trabajo sobre el juego del Tejo, con lo que supuso el retorno a la niñez, veo que viene hacia mí rodando por la calle un precioso globo azul impulsado por el viento.

Justo un poco antes de llegar a mí, se para, y yo me digo si lo cojo o no. ¿para qué lo quiero? ¿Qué voy a hacer con un globo en la mano? Y mientras cavilo estoy encima de él y no me digas porqué, pero algo me hizo agacharme y cogerlo. Todo fue muy rápido. En un santiamén iba caminando a mi edad, yo solo, con un globo azul en la mano. Me preguntaba que qué haría con él.

En ese momento dobla la esquina un cochecito con su bebé dentro y su mamá empujándolo. El niño de poco más de un año, iba protestando y revolviéndose en la silla. No me lo pensé ni una sola vez. Fui hacia su encuentro y le puse el bonito globo azul en sus manos. El niño miró al globo y luego a mí. La cara le cambió radicalmente. Una amplia sonrisa le llenó la cara ¡Era el ser más feliz del mundo!

La madre dijo "anda, mira, un globo" y me miró agradecida. No dije nada y nos alejamos.


Antes de doblar la esquina vi a la madre irse con el cochecito y su niño que no soltaba el globo. Ya no protestaba. ¡Era feliz!




De nuevo me vino a la mente el juego del Tejo, pero esta vez me pregunté porqué el día de hoy me había deparado hasta ese momento dos acciones relacionadas con juegos infantiles. Primero el Tejo y después el globo.

Casualidad indudablemente, pero el día de hoy ha sido distinto para mí, pues me ha hecho estar todo el día acordándome de mi años infantiles, de mis padres, hermanos, amigos y de los juegos de aquella época de hace casi cincuenta años, la mayoría en la calle y por supuesto infinitamente mejores que los que conocían hoy día los niños. Aquellos juegos nos marcaron y nos prepararon mejor para vivir la vida.

No viene mal recordar nuestro pasado de vez en cuando, pero reconozco que me ha resultado mejor de esta manera tan inesperada y para mí emocionante.

jueves, 15 de abril de 2010

EL VOLATÍN Y EL ANGEL. ANTIGUAS TRADICIONES DE LA SEMANA SANTA DE TUDELA




EL VOLATÍN



[Sus orígenes se remontan al lejano siglo XIV. El Sábado Santo, a las 10 de la mañana, en la plaza de los Fueros de Tudela, tiene lugar este particular acto que simboliza la agónica muerte del traidor Judas Iscariote que entregó al Maestro a sus enemigos por unas pocas monedas. Un muñeco o pelele de madera, con sus miembros articulados, vestido burlescamente y con un puro-petardo en la boca espera resignado que prendan su mecha. Con movimientos frenéticos, comienza a dar vueltas de manera imparable hasta que su traje y zapatos caen en jirones entre la muchedumbre. Los presentes, especialmente los más pequeños, se los disputan junto a la lluvia de caramelos y balones que lanza la Orden del Volatín.]





OBRA INÉDITA DEL AUTOR JUAN F. CASANOVA PEREZ. RESERVADOS TODOS LOS DERECHOS. PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN.








¡Por fin había llegado el día del que tanto había oído hablar!.


Era sábado. Cuando abrí los ojos allí estaban como siempre papá y mamá. Ella limpiando nuestro pequeño hogar con toda diligencia y él acicalándose el elegante traje blanco y negro a la par que miraba hacia el cielo y hacia el horizonte, meneando su cabeza como sopesando que clase de clima nos depararía el día.

¡Tenía que hacer buen tiempo! Era necesario, pues no quería perderme el primer día de mi vida en que iba a ver semejante espectáculo del que tanto había oido hablar.

En todos los hogares cercanos a la redonda se veían los mismos preparativos. Todos se iban despertando, arreglando sus casas y preparándose para "la salida". Al otro lado de la calle vivían unos vecinos conocidos de mis padres que tenían dos hijos y como los nuestros también habían llegado de África. Tenía ya ganas de crecer y poder jugar con sus hijos y realizar largos viajes como lo venían haciendo nuestros padres.
Empezamos a ver como acudía la gente a la Plaza de los Fueros de Tudela. Conforme crecía el número se acrecentaba el rumor.

Junto a nuestra casa sonaron diez campanadas. He de reconocer que aún me asusta este ruido, pues me pilla siempre desprevenido. ¡Lo tengo tan cerca de mí que no me termino de acostumbrar!.


Entonces se oyó una voz potente, más fuerte de lo normal y que se oía por todos los alrededores. Desde otros hogares como el mío volvieron todos sus cuellos expectantes hacia la Plaza. Los padres empezaron a prepararnos a los hijos con las consabidas lecciones de siempre. Mientras, la gran voz seguía parlanchina e ininteligible pero bastante atronadora.
Los consejos de los padres se multiplicaban - cuidado cuando llegue la hora.... - solo será un momento - volveremos enseguida, no preocuparos - no os mováis ni os asoméis -

Se acercaba el gran momento. ¡Tenía miedo! No sabía si sería capaz de superar el gran ruido inminente. ¡El corazón se me aceleraba! ¡La voz seguía a lo suyo! ¡La plaza estaba llena a reventar! Mis padres preparados para salir.......
La gran voz cesó y se hizo un corto silencio seguido de una exclamación generalizada. Algo debía estar sucediendo en ese piso más abajo de mi casa. ¡De pronto se escuchó un silbido potente!.

¡Por fin llegó la explosión! ¡PUMMMMMMM! ¡Fue algo que jamás había oído en mi vida!. Mis padres no se pudieron contener y dieron un salto en el vacío dejándonos sólos a mí y a mi hermano.





Yo pegué un respingo enorme y recuerdo que chocamos involuntariamente nuestras pequeñas cabezas picudas. ¡El temor nos invadió! Empezó a sonar por toda la plaza una música extraña a gran volumen. Nos acurrucamos los dos, solos y asustados. No cesábamos de mirar hacia el cielo con preocupación buscando a nuestros padres. Veíamos multitud de aves: gorriones, cigüeñas, palomas..., todas asustadas volando a lo loco.
Al rato y de improviso, aparecieron papá y mamá con sus enormes envergaduras realizando un perfecto aterrizaje junto al campanario de la Casa del Reloj. Con sus largos picos nos acariciaban continuamente mientras nos decían "ya pasó todo, ya está, se acabó, ahora mirad por las rendijas del nido y veréis como "vuelan unas bolas redondas sin alas".















Miramos atónitos y no dábamos crédito. En la plaza no cabía nadie más. Y efectivamente, de debajo nuestra salían unas extrañas ¿aves sin alas? redondas de colorines volando y que cayendo sobre la gente se peleaban por cogerlas. En el fondo sentí miedo, pensé, pues si algún día cayera yo, no me gustaría que la gente me hiciera daño para cogerme, pues las pobres ¿aves? iban rebotando por encima de la multitud, hasta que alguien las cogía del todo.






Tras un gran rato por fin llegó la calma , la gente se dispersó con las "extrañas aves redondas" en sus manos, algunos las iban pateando por el suelo y se las mandaban del uno al otro. El ruido cesó del todo. La rutina volvió a nuestras vidas. Papá y mamá salieron a buscar comida y yo y mi hermano nos quedamos esperando y rememorando todo lo que habíamos percibido. ¡Jamás lo olvidaríamos!


Mis padres nos contaron que el silbido anterior a la explosión era producido por lo siguiente: en el balcón del primer piso colocaban una imagen de un humano que se agarraba con sus manos a un madero colgando en el vacío. De su boca salía un extraño artilugio al que prendían fuego y tras silbar, explotaba con gran ruido. A continuación esta imagen empezaba a dar descomunales volteretas y volatines en el aire, rompiéndosele la ropa a jirones. Era como si se castigara a si mismo por algún suceso extraño y que nunca acababa de pagar, pues cada año repetía lo mismo. A mis padres les daba pena tanto tormento.








Enseguida pensé que aún faltaba lo mejor. Mañana domingo temprano, es cuando los humanos trataban de imitar sin suerte, tal y como nos contaron nuestros padres, el vuelo de las cigüeñas.

¡Los pobres nunca lo conseguían y mira tú que lo intentaban una y otra vez!



EL ANGEL


[Ancestral tradición tudelana de los siglos XIII - XIV, que se celebra el domingo de Resurrección en la Plaza de los Fueros. Fiesta en la que un ángel, encarnado por un niño, desciende surcando el aire hasta llegar ante la imagen de la Virgen, que tiene su cabeza cubierta con un velo negro, en señal de duelo por la muerte de su Hijo. El espíritu celeste le desprende de su velo evocando con este gesto la alegría de la Resurrección de Cristo al tiempo que le grita : "alégrate Maria, porque tu hijo ha resucitado". El ángel durante su trayecto va sacando de un saquete unas "aleluyas" en las que pone dicha frase, dejándolas caer sobre la multitud.]

OBRA INÉDITA DEL AUTOR JUAN F. CASANOVA PEREZ. RESERVADOS TODOS LOS DERECHOS. PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN.

Aún sin olvidar las emociones vividas, llegó el domingo. Tuvimos que madrugar un poco más que el día anterior. Como siempre, mamá trajinaba un poco por aquí y por allá, entretejiendo con su largo pico las ramas y sarmientos, dando más seguridad al nido.



Mi padre miraba una y otra vez al cielo y saludaba con su crotoreo peculiar a sus vecinos de tejado. La verdad es en que la Plaza de los Fueros de Tudela había bastantes nidos de mis congéneres, por lo que enseguida el crotoreo fue a más.






Aunque se veía algún hueco, la plaza se empezó a llenar de gente . Mis padres nos calmaban diciendo "que no temiéramos nada, que lo de hoy era más tranquilo y sin ruido".

Por nada del mundo quería perderme este momento en que los humanos tratan de imitar a las cigüeñas en su vuelo.

En el campanario junto al nido sonaron las nueve campanadas con el consiguiente susto para mí y mi hermano. A lo lejos se oía una musiquilla. Empezamos a mirar a través de los huecos del nido.

















Por la esquina de la calle del Muro aparecieron unas personas vestidas con extrañas y coloridas ropas, cascos metálicos en la cabeza y lanzas en la mano. Dice mi padre que "son una especie de guardia protectora no sabe para qué". Dice no saber que relación tienen con el "humano volador"







La multitud se abrió respetuosamente dejando paso. Los guardias hicieron su entrada en la plaza seguidos de una especie de toldo, bajo el que iba alguien protegiéndose quizás en caso de lluvia o calor.










Tras ellos se veía venir como una imagen de humano con la cabeza tapada, pero que avanzaba por encima de las cabezas de la gente. El murmullo iba creciendo. La comitiva dio la vuelta a la plaza y se detuvo al fondo de la misma frente a la Casa del reloj donde está nuestro nido. De un grupo de personas vestidas igual salía bonita música.

De repente mi padre anunció "que ya se abrían las puertas". Llegó el momento. Yo miraba pero aún no veía al cachorro humano tratando de volar. Por los gritos de la gente deduje que sus padres ya lo empujaban con cariño al vacío. Seguí mirando y enseguida le ví. ¡Ahí estaba, revoloteando sin parar de batir sus brazos! ¡Qué pena me dio! ¡No sabía volar! El pobre estaba suspendido de una cuerda para darle seguridad. ¡No se atrevían a que volara sin cuerda!.






El niño se esforzaba pero no le salía bien. Sobre su cabeza había una nube. Pero me di cuenta que a pesar de llevar alas, el niño no sabía usarlas y pretendía volar con sus brazos sin plumas. ¡Qué error!





Dijo mi padre que según decían en las reuniones africanas, "estos humanos de Tudela llevaban muchos siglos intentando volar como ellas, pero nunca lo conseguían a pesar de elegir cada año a las mejores crías de varones". Una vez lo intentaron con una cría hembra, y como lo hizo exactamente igual que los varones, se acordó que cada año lo intentarían de forma alterna varones y hembras.




Pero no lo han vuelto a repetir, no, y siguen con los machos.


23.03.2008
1ª niña Angel en la historia: Amaya García Ridruejo




























De vez en cuando se echaba mano a un saquete del que sacaba unos papeles que dejaba caer sobre la gente. El niño, quizás agotado por el inútil esfuerzo, se detuvo de pronto frente a la imagen. Le quitó el trapo del rostro y con fuerte voz le dijo algo que no entendí, pero que deduje que debió ser más o menos así, por lo que pude ver luego: "Lo siento, no puedo más, hasta aquí he llegado, me canso, y quiero que veas como vuelo hacia atrás".










Con gran sorpresa empezaron a salir muchas palomas de debajo de la imagen. Algunas eran conocidas nuestras, pues habían estado en nuestro tejado. Incluso mis padres nos señalaron a una que había estado en África con ellos.












Sonó una musiquilla agradable y la gente empezó a golpear una mano sobre la otra produciendo bastante ruido. Por los rostros se les veía contentos y quizás premiaban así al niño en su intento por volar.





Éste, volvió a mover sus brazos y extrañamente voló hacia atrás. Papá nos explicó que "no lo ha conseguido y por eso tiran de él con la cuerda hacia su nido".


El año próximo volverán a intentarlo de nuevo con otro crío o cría, pero dice mi padre que "tampoco lo conseguirán a pesar de sus esfuerzos".








El niño entró tras las puertas y al rato estaba en la calle, andando y formando parte de la comitiva que empezó a alejarse bajo la musiquilla agradable. La plaza quedó casi desierta.





Yo, a pesar de que me lo habían contado muchas veces, quedé muy sorpendido por el deseo de volar de estas gentes. Esto hizo que deseara con mayor interés que llegara pronto el momento en que mis padres me dijeran que ya podía volar sólo. Y cuando ésto sucediera, si veía a este crío, le enseñaría a volar con sus alas y no con sus brazos. ¡Quizás fuéramos amigos y pudiéramos volar juntos a África!.



Mis padres salieron a buscar comida y al volver nos contaron que vieron por todos los campos y orillas del río Ebro, a la gente preparando hogueras para celebrar con sus manjares este día de alegría, que aunque no lo comprendiéramos debía significar algo muy importante para ellos. Yo pensé que estaban contentos por el corto vuelo del niño, por lo menos lo intentó y voló algo.

Fueron dos días muy intensos los vividos por mí esta primera vez. Y me dije que cuando volara, iría a África como mis padres y que luego volvería o bien a este nido de la Casa del Reloj o construiría uno cerca de él, para poder ver bien y enseñarles a mis hijos las cosas que yo he visto y he aprendido de mis mayores en esta bonita Plaza de los Fueros en la ciudad de Tudela.



¿Sabías por qué decimos que a LOS NIÑOS LOS TRAE LA CIGÜEÑA?
Se trata de una fabulación procedente del folklore alemán y holandés que tiene su origen en los mimos y cuidados que estas aves dispensan a sus crías, que calientan el nido con tanto afán que hasta pierden plumaje.
Ya en Roma, impresionados por el amor filial de estas aves (monógama, fiel a su pareja y que cuida de sus padres cuando no pueden valerse por su edad) se promulgó la lex cyconaria, que era una disposición legal por la que se obligaba a los hijos a amparar a los padres ancianos.
La cigüeña, a la que se creía enviada de los dioses y se veneraba como pájaro sagrado, estuvo dedicada a la diosa Juno y a su cuidado estaban la protección de la mujer, el matrimonio, el alumbramiento y los recién nacidos.
Así no es de extrañar que en Escandinavia u Holanda (en todo caso parece que en la zona báltica) se inventaran la historia de la cigüeña que trae los niños para explicar a los más pequeños la aparición súbita de un nuevo miembro en la familia. En todo caso, el trabajo del cuentista danés Hans Christian Andersen contribuyó a propagar esta fábula
.














martes, 23 de marzo de 2010

LAS CATARATAS DE SANGRE. FENOMENO EN LA ANTÁRTIDA, EL SEXTO CONTINENTE

(AL FINAL, HE INSERTADO UN VÍDEO DE LAS CATARATAS DE SANGRE)

Debo reconocer que a mí todos los asuntos de fenómenos paranormales siempre me han atraído. Ya desde joven me empezó a cautivar el tema ovni, seguido de los misterios del Tibet a través de las lecturas del misterioso lama Lobsang Rampa del que conservo todos sus libros. También asistí con mi primo Paco a alguna charla de la Sociedad Española de Parapsicología coincidiendo con la mili en Cartagena, mi ciudad.

Existen unos fenómenos que no considero paranormales sino que tienen una sólida explicación del porqué se producen, lo que pasa es que somos como somos y cada uno ve la historia como le interesa o su cultura le permite.

Por ejemplo, tenemos Cristos que manan sangre, Vírgenes que derraman lágrimas, sangres sólidas que se licúan, cuerpos que se mantienen incorruptos con el paso del tiempo, etc...
Ahora quiero comentaros la última noticia que ha llegado hasta mí. Pues aunque es sorprendente y tiene su explicación, no deja de ser atractiva, maravillosa y cautivadora.

Se trata a simple vista, de "¡unas cataratas que manan sangre!" y el marco es en la Antártida, el sexto continente.




Pinchar la imagen y se ve mejor



La Antártida es una masa continental que ocupa el Polo Sur geográfico de nuestro planeta, y hasta hace 160 millones de años estuvo unida a la India, África, Australia, Nueva Zelanda y Sudamérica, formando el supercontinente llamado Gondwana. La Antártida es el cuarto continente más grande, después de Asia, América y África.












Es el continente más elevado de la Tierra, con una altitud promedio de 2.000 m. Alberga alrededor del 80% del agua dulce del planeta.






Tiene un volcán activo, el monte Erebus (3.794 m). El punto más alto del continente es el Macizo Vinson (4.892 m).
Campamento científico y Glaciar Taylor con mancha roja a la izquierda


El espesor medio del hielo que cubre el continente es de 2.500 m; el máximo espesor registrado es de 4.776 m, lo que equivale a casi 5 km de hielo.





Tras una breve descripción de la Antártida, pasamos al tema en cuestión.






¡LAS CATARATAS DE SANGRE DEL GLACIAR TAYLOR!

En la cara frontal del Glaciar Taylor en la Antártida, hay una catarata de hielo que se tiñe de un rojo intenso parecido al color de la sangre cada vez que mana agua salada. La región es una de las mas extrañas del mundo, y algunos científicos incluso creen que en el lago que origina la cascada pueden existir microorganismos extraterrestres, adaptados a la vida en lugares inhóspitos y carentes de oxígeno.

Una de las más sugestivas maravillas naturales presentes en la Antártida son las Cataratas de Sangre. Desconocida por casi todo el mundo, se trata de una fuente de agua salada que posee un intenso color rojo que ocasionalmente emana del Glaciar Taylor. La cascada se encuentra en la región de los Valles Secos, un sector de la Antártida que tiene la particularidad de estar desprovisto de hielo, y al que muchos consideran uno de los desiertos más extremos del mundo, ya que prácticamente nunca llueve en ese lugar. Pero a pesar de que no está cubierto por los hielos, en los Valles Secos se encuentran varios glaciares, cada uno de ellos con su composición química particular. Mientras que algunos están compuestos por hielo originado a partir de agua dulce, otros como el glaciar Taylor son de agua salada.


Para los científicos el origen exacto continúa siendo un misterio. Los análisis demuestran que el color rojo que tiñe a las Cataratas de Sangre se debe "a la acumulación de óxido de hierro en las sales del agua del glaciar, pero se ignora su procedencia". De hecho, en ningún otro glaciar de agua salada se produce un fenómeno semejante. Una de las teorías que más probabilidades tiene de convertirse en una explicación satisfactoria es la que dice que "hace varios millones de años el valle en el que se asienta el Glaciar Taylor fue inundado por el mar".

Cuando el clima del planeta cambió, el mar volvió a retirarse, dejando el valle ocupado por un gran lago de agua salada. A medida que el Glaciar Taylor fue avanzando, los depósitos de sal acumulados a lo largo de millones de años debajo de los casi 400 metros de hielo llegaron finalmente hasta el borde del glaciar. Los iones ferrosos que contiene la sal provienen de unos cinco millones de años atrás.

El Glaciar Taylor no se encuentra congelado en su totalidad, sino que “flota” sobre una salmuera que posee una concentración de sal cuatro veces superior a la media de los océanos terrestres. La presión ejercida por la masa de agua congelada hace que esta sal sea expulsada, adquiriendo el color rojizo característico que posee cualquier mancha de óxido de hierro al mezclarse con el oxigeno de la atmósfera.



¡HAY VIDA BAJO EL GLACIAR!

Pero además el Glaciar Taylor guarda otra sorpresa, pues los científicos han descubierto que pese a las inclementes condiciones reinantes en las Cataratas de Sangre, un rincón del mundo


Científico sobre la "sangre" del Glaciar Taylor.


asolado por fríos intensos, precipitaciones mínimas y dentro de un lago saturado de







hierro y azufre, "los análisis químicos y biológicos indican que hay un extraña colonia de bacterias viviendo bajo los hielos. Son seres capaces de metabolizar los iones de azufre y hierro y que viven prácticamente sin oxígeno. Jamás se había observado en la naturaleza un proceso metabólico mediante el cual microbios fuesen capaces de utilizar un sulfato como catalizador para “respirar” iones férricos y metabolizar la materia orgánica microscópica atrapada en este compuesto químico". De acuerdo a un estudio publicado por la revista científica Nature, estas bacterias han estado aisladas del mundo exterior por más de un millón y medio de años, creciendo y multiplicándose a pesar de las condiciones climáticas, sin necesidad de la luz solar ni del oxígeno.







¿UN METEORITO?


Y como siempre y ante la falta de argumentos probatorios, aparecen algunos, más osados, y especulan con que el origen de estas colonias de bacterias pudo haber sido algún meteorito por lo que se trataría de una verdadera población extraterrestre. Pero lo cierto es que no hay ninguna prueba concreta por el momento que apoye esa teoría. Sin embargo, el descubrimiento de las bacterias en las Cataratas de Sangre obliga a la ciencia a redefinir cuáles son las condiciones necesarias para que la vida florezca y se desarrolle. Las expediciones científicas que visitan el continente antártico seguramente terminarán develando el misterio.





Mientras tanto, no podemos evitar sentir una especie de terror subyugante al ver el espectáculo de las increíbles "Cataratas de Sangre de la Antártida".

AQUÍ TENÉIS UN VÍDEO DE ESTAS CATARATAS






Espero os haya gustado este tipo de relatos, pues viene bien distraernos algo en el ajetreo diario, y no todo es trabajar.

jueves, 18 de marzo de 2010

ANDARES

Desde hace algo más de dos años, vengo realizando la actividad diaria de andar. ¡La verdad es que nunca imaginé que acabaría andando tantos kilómetros!. Calculo que cerca de 2.000 kms. anuales

Todo comenzó con una baja de enfermedad por motivos de estrés cuando aún trabajaba en mi empresa anterior. Más o menos "el estrés es la respuesta de nuestro cuerpo a condiciones externas que perturban el estado de una persona". Así que empecé a andar con mi amiga la radio escuchando los distintos programas informativos y música. Enseguida vino el cierre de la empresa.

Estuve dos meses "trabajando para el Estado", y por supuesto no hacía nada: "estaba parado". Pero mi cabeza me decía que tenía que andar, ¿adónde? Daba igual, el caso era andar y éso hice.

Empecé a hacerlo por la mañana temprano, ya que me seguía despertando sin despertador como cuando iba a trabajar. Era primavera. Para las 7:00 a.m. ya estaba en la calle. Para el mediodía repetía salida y si al caer el día podía, pues lo volvía a hacer.
Enseguida me dí cuenta que perdía kilos a porrillo. ¡Ésto era la leche, Merche!

Rápidamente encontré trabajo, pero como entraba a las 9 de la mañana y seguía despertándome temprano pues seguí saliendo a la calle. Así que a las 7 me iba a La Mejana y en 1 hora estaba de vuelta para arreglarme, desayunar e irme a trabajar.

Era feliz. Me gustaba andar, hacía ejercicio, perdía kilos y me sobraba tiempo para ir al trabajo a 5 minutos de mi casa andando. ¡Por primera vez en mi vida iba a trabajar andando!
Cuando salía a la calle ya era de día. Al vivir encima de la Oficina de Empleo, lo primero que veía ya a las 7 era a "los parados madrugadores" haciendo cola. Primero abundaban los extranjeros, pero enseguida con la llegada a saco de la crisis, la cola estaba repartida entre españoles y foráneos. Yo, día a día, no cesaba de repetirme una y otra vez: qué suerte has tenido Juan, qué suerte has tenido!"

Y pronto me dí cuenta que veía a las mismas personas, a la misma hora y en los mismos sitios.

Veía a Baldomero, "el abuelo encorvado solitario" que desde que abrían la cafetería de la esquina allí estaba para echar una mano a las camareras a cambio de un café y compañía.

No faltaba "el camisas", un joven papá que siempre va en mangas de camisa y con el botón de arriba del cuello siempre cerrado, compraba el pan y volvía a su casa.

Así que iba oyendo mi radio y pensando que al doblar tal esquina aparecerá "el barrendero florista" que lleva un manojo de flores de plástico en su carro a modo de adorno. Y efectivamente, allí estaba dándole a la escoba.

Veía entrar a la Iglesia de Jesuitas a "los beatos matutinos", siempre las mismas pocas personas de entre las que destaco "al funerario". Éste es un personaje singular anclado en el tiempo. Hubo en la Carrera una conocida tienda de ropa y éste era el decorador de los escaparates. Desde hace treintaintos años lleva la misma ropa de principios de los setenta con pantalones acampanados. Su aspecto es siniestro y descuidado. Y en invierno lleva un simple impermeable y una bufanda, sin abrigo. Los dientes sin arreglar, mal vestido, pero eso sí, de misa diaria.

Al llegar a la altura de unas máquinas de vending de chucherías de vez en cuando veía al "abuelete mangante" con su alambre en la mano introduciéndolo en cada una de las máquinas, pero lo hacía por la ranura de las monedas. Quizás conocía un sistema para sacarlas. Yo aflojaba la marcha y me detenía tras unos contenedores de basura para espiarle.

Después me cruzaba con el "cabeza cuadrada pista de aterrizaje de mosquitos". Lo siento por el nombre tan largo que le puse, pero me salió así. Éste es un señor para nada mayor, prematuro calvo, cuya cabeza tiene forma cuadrada y está lisa como una sandía. Lleva a su perro atado y siempre recoge las cacas. Su aspecto es serio.

Veía a los mismos jóvenes con sus pesadas mochilas acercarse a las paradas del autobús que les iba a conducir a la ETI. Caminaban como zombies, no sé si absortos en sus pensamientos o dormidos aún. Como si fueran sin ganas, vamos, como si fuera una obligación ineludible. No iban muy alegres que digamos. Ellas, más dicharacheras manteniendo ya largas conversaciones. Ellos callados como tumbas. Alguna, hasta hablando por el móvil quizás con su chico al que no veía desde hacía escasas horas. Todo ésto sobre las 7:20 horas.

Lo que más me gustaba era salir de la ciudad. Cuando iba ya a la altura del parque de la Virgen de la Cabeza, camino de la Cuesta de los Labradores, sentía como Tudela se quedaba atrás conforme iban desapareciendo las casas.

¡La bajada hacia la Ermita del Cristo me satisface! La visión es para retener. A lo lejos, La Bardena, la Sierra del Yugo, la Prebardena con la carretera de Ejea, Serralta con los molinos de viento, el río Ebro con toda su majestuosidad, Traslapuente y como no, ¡La Mejana a tus pies! Esa extensa isla plagada de huertos y casetas de descanso cuyo circuito junto al Ebro iba a ser mi cometido.





La vista desde lo alto de esta cuesta es preciosa. Por un lado se ve el sol ya saliendo y a días se ve el aspecto brumoso, con neblinas producidas por el río Ebro y cubriéndolo casi todo, dando al paisaje un aspecto encantador y mágico y que solo se puede ver a esas horas. ¡Me siento un privilegiado!











Paso por delante de la Ermita del Cristo. Todo está en silencio. Los grandes pinos guardianes del lugar se alzan hacia el cielo por encima de las vías del tren, queriendo ver La Mejana y el Ebro. Los jardines bien cuidados por "el cristero" duermen a sus pies. Abandono el lugar y enfilo la carretera asfaltada que me conducirá a La Obra, que con buena mano y mejor cabeza dirige nuestro querido Sergio Gil, tratando de sacar partido a un puñado de jóvenes la mayoría inmigrantes para que aprendan un oficio.

Al traspasar la puerta que da a La Obra, me giro a la derecha solo para saludar a los gaticos que por allí viven tras la caseta de bombas. Cuando eran pequeñicos, un coche atropelló a su madre y los que nos dimos cuenta del hecho enseguida empezamos a llevarles leche, galletas, y cualquier otro alimento. La gente sin hablar unos con otros hicimos todos lo mismo, pues siempre tenían comida. Así pudieron salir adelante y hoy día ya están grandes y se valen por si mismos. Me da pena uno de ellos que está tuerto. Tiene un ojo vaciado, no se si de peleas o de las zarzas por donde se meten.





Sigo andando por el asfalto hacia la curva que me lleva a emparejarme con el Ebro. Voy viendo los huertos cuidados con esmero, las casetas que poco a poco se van haciendo las gentes y como luce el césped que siembran algunos para que disfruten los más pequeños. Las chimeneas no faltan en ninguna caseta, pues son vitales para las celebraciones familiares y no digamos para el Día del Ángel.





También me gusta ver las pocas casetas antiguas que quedan. Ésta es del año 1.880, casi nada. Ampliando la foto se aprecia encima de la ventana.
















En un momento dado, si miro a la derecha hacia la Cuesta de los Labradores y entre los dos montes que la ven nacer, hace su aparición el Moncayo con su brillante capa blanca, no queriendo faltar a la composición de este bonito amanecer. Ebro a mi izquierda, Mejana y Moncayo a mi derecha, Puente y Tudela al frente, todo lo veo a la vez.



Pero lo que más me gusta es cuando el camino y el río se juntan. Los poquicos árboles que me acompañan hacen el paseo más bonito y agradable. El agua baja a buen paso, siempre haciendo su trabajo y encaminándose hacia el mismo sitio. Enfrente, en la otra orilla, se ven los pequeños prados verdes con sus arboledas que acogerán como cada año a las jóvenes cuadrillas que allí comerán el Domingo de Resurreción.



Más cerca de Tudela crecen unos álamos blancos junto al río haciendo que la vista sea un deleite. Tras las largas ramas llenas de "brotes verdes" se vislumbran los asimétricos ojos del puente. Poderoso puente que clavando sus pies en el Ebro acerca a las gentes a la ciudad. Siempre que entro por el puente a Tudela me digo lo mismo "¡qué visión mas bella gozaron las gentes de hace mil años!" El puente con tres torreones defensivos dejaba ver la joya arquitectónica románica de la Magdalena, tras ella la gigantesca catedral con sus torres y ya enfrente, más arriba a la derecha la imponente fortaleza rodeada de sus tres cinturones amurallados.


La combinación de todos estos elementos hacían de Tudela una belleza sin par, ya que sin el río más caudaloso de España y su puente, no lucirían igual los monumentos descritos.



Conforme me acerco a la Puerta de la Mejana, veo a mi derecha el cerro de Santa Bárbara con la imagen del Corazón de Jesús. Veo la Iglesia románica de la Magdalena y tras ella la imponente Catedral y de frente a lo lejos dejándose ver: la Torre Moreal.





Si me da por acercarme al Paseo del Prado, veo siempre a las mismas personas, verano e invierno sin fallar. En invierno vamos tan tapados que solo se nos ve los ojos, pero eso sí, no falta el correspondiente cruce de saludos.
















Hay siempre una gran perra que se alegra de verme y le encanta mordisquearme unos guantes de piel viejos que llevo, mientras tanto yo le acaricio la cabeza. Tiene que llamarla su dueña "la del gimnasio" en la distancia para que me deje. La llamo así porque luego a las 9 cuando voy a trabajar me la encuentro esperando que abran el gimnasio cerca de mi casa y la vuelvo a saludar.


"El de Osasuna" siempre me lo cruzo. Va vestido de arriba abajo con el equipo de Osasuna. ¡Hasta la gorra de invierno lleva le escudo! Es bastante alto. Éste es mas sosete pues solo levanta la cabeza a modo de saludo sin decir ni pío. Yo le contesto igual.


Si cambio la ruta y voy por el Barrio de Lourdes, suelo ver otro tipo de gente. Veo hombres y mujeres, algunos de raza negra encaminarse a sus trabajos todos los días a la misma hora. Veo salir a sudamericanos de sus casas con bebés en silletas, supongo que los llevarán a otras casas a que se los cuiden para que ellas puedan trabajar. Siempre pienso en las historias que acarrean cada uno de ellos y las familias que han dejado allá en sus lejanos países. Pero seguro que son conscientes que en esta tierra van a conseguir mejorar sus vidas.


En una cafetería de la esquina de la calle Santa Ana están siempre las mismas personas a la misma hora y en los mismos lugares sentados. Me encanta verlos todas las mañanas, no me lo pierdo. Y si algún día falta alguno, yo mismo me doy la explicación posible del porqué puede haber faltado. Y allí están, algunos de tertulia y otros leyendo el periódico mientras saborean un café que por supuesto les sabe mejor que en sus casas. A las 7:15 ya están allí hasta las 8 que entran a trabajar.


Yendo hacia el puente de la Azucarera junto a San Rafael, me cruzo siempre con "la bolsicas", la llamo así porque siempre lleva una o dos bolsas pequeñas de esas de regalos que dan en las tiendas buenas, con dos asas como de cuerda y que son brillantes y llevan la propaganda de la tienda.

Va a trabajar y seguro que lleva su almuerzo. Con rostro serio, consciente del sacrificio de dejar unos hijos en casa, para ganar un sueldo.


Cuando llego a mi portal, observo que la cola del paro, a falta de media hora para abrir la oficina, llega ya a mi casa, serán unos 20 ó 30 metros de personas tristes con todo perdido, sin ilusión alguna y sin saber cuando van a salir a flote y encontrar empleo. Aunque se llama Oficina de Empleo y alguien prometió imprudentemente para que le votaran, que les iba a conseguir el pleno empleo y vaciar estas oficinas, no resultó ser así y esta gran mentira de apetito insaciable abre sus fauces todas las mañanas y engulle la gran cola humana de gentes con las ilusiones perdidas que se forma un día y otro y otro y otro.........


Y me vuelvo a repetir otra vez "qué suerte has tenido Juan, qué suerte has tenido".