jueves, 15 de abril de 2010

EL VOLATÍN Y EL ANGEL. ANTIGUAS TRADICIONES DE LA SEMANA SANTA DE TUDELA




EL VOLATÍN



[Sus orígenes se remontan al lejano siglo XIV. El Sábado Santo, a las 10 de la mañana, en la plaza de los Fueros de Tudela, tiene lugar este particular acto que simboliza la agónica muerte del traidor Judas Iscariote que entregó al Maestro a sus enemigos por unas pocas monedas. Un muñeco o pelele de madera, con sus miembros articulados, vestido burlescamente y con un puro-petardo en la boca espera resignado que prendan su mecha. Con movimientos frenéticos, comienza a dar vueltas de manera imparable hasta que su traje y zapatos caen en jirones entre la muchedumbre. Los presentes, especialmente los más pequeños, se los disputan junto a la lluvia de caramelos y balones que lanza la Orden del Volatín.]





OBRA INÉDITA DEL AUTOR JUAN F. CASANOVA PEREZ. RESERVADOS TODOS LOS DERECHOS. PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN.








¡Por fin había llegado el día del que tanto había oído hablar!.


Era sábado. Cuando abrí los ojos allí estaban como siempre papá y mamá. Ella limpiando nuestro pequeño hogar con toda diligencia y él acicalándose el elegante traje blanco y negro a la par que miraba hacia el cielo y hacia el horizonte, meneando su cabeza como sopesando que clase de clima nos depararía el día.

¡Tenía que hacer buen tiempo! Era necesario, pues no quería perderme el primer día de mi vida en que iba a ver semejante espectáculo del que tanto había oido hablar.

En todos los hogares cercanos a la redonda se veían los mismos preparativos. Todos se iban despertando, arreglando sus casas y preparándose para "la salida". Al otro lado de la calle vivían unos vecinos conocidos de mis padres que tenían dos hijos y como los nuestros también habían llegado de África. Tenía ya ganas de crecer y poder jugar con sus hijos y realizar largos viajes como lo venían haciendo nuestros padres.
Empezamos a ver como acudía la gente a la Plaza de los Fueros de Tudela. Conforme crecía el número se acrecentaba el rumor.

Junto a nuestra casa sonaron diez campanadas. He de reconocer que aún me asusta este ruido, pues me pilla siempre desprevenido. ¡Lo tengo tan cerca de mí que no me termino de acostumbrar!.


Entonces se oyó una voz potente, más fuerte de lo normal y que se oía por todos los alrededores. Desde otros hogares como el mío volvieron todos sus cuellos expectantes hacia la Plaza. Los padres empezaron a prepararnos a los hijos con las consabidas lecciones de siempre. Mientras, la gran voz seguía parlanchina e ininteligible pero bastante atronadora.
Los consejos de los padres se multiplicaban - cuidado cuando llegue la hora.... - solo será un momento - volveremos enseguida, no preocuparos - no os mováis ni os asoméis -

Se acercaba el gran momento. ¡Tenía miedo! No sabía si sería capaz de superar el gran ruido inminente. ¡El corazón se me aceleraba! ¡La voz seguía a lo suyo! ¡La plaza estaba llena a reventar! Mis padres preparados para salir.......
La gran voz cesó y se hizo un corto silencio seguido de una exclamación generalizada. Algo debía estar sucediendo en ese piso más abajo de mi casa. ¡De pronto se escuchó un silbido potente!.

¡Por fin llegó la explosión! ¡PUMMMMMMM! ¡Fue algo que jamás había oído en mi vida!. Mis padres no se pudieron contener y dieron un salto en el vacío dejándonos sólos a mí y a mi hermano.





Yo pegué un respingo enorme y recuerdo que chocamos involuntariamente nuestras pequeñas cabezas picudas. ¡El temor nos invadió! Empezó a sonar por toda la plaza una música extraña a gran volumen. Nos acurrucamos los dos, solos y asustados. No cesábamos de mirar hacia el cielo con preocupación buscando a nuestros padres. Veíamos multitud de aves: gorriones, cigüeñas, palomas..., todas asustadas volando a lo loco.
Al rato y de improviso, aparecieron papá y mamá con sus enormes envergaduras realizando un perfecto aterrizaje junto al campanario de la Casa del Reloj. Con sus largos picos nos acariciaban continuamente mientras nos decían "ya pasó todo, ya está, se acabó, ahora mirad por las rendijas del nido y veréis como "vuelan unas bolas redondas sin alas".















Miramos atónitos y no dábamos crédito. En la plaza no cabía nadie más. Y efectivamente, de debajo nuestra salían unas extrañas ¿aves sin alas? redondas de colorines volando y que cayendo sobre la gente se peleaban por cogerlas. En el fondo sentí miedo, pensé, pues si algún día cayera yo, no me gustaría que la gente me hiciera daño para cogerme, pues las pobres ¿aves? iban rebotando por encima de la multitud, hasta que alguien las cogía del todo.






Tras un gran rato por fin llegó la calma , la gente se dispersó con las "extrañas aves redondas" en sus manos, algunos las iban pateando por el suelo y se las mandaban del uno al otro. El ruido cesó del todo. La rutina volvió a nuestras vidas. Papá y mamá salieron a buscar comida y yo y mi hermano nos quedamos esperando y rememorando todo lo que habíamos percibido. ¡Jamás lo olvidaríamos!


Mis padres nos contaron que el silbido anterior a la explosión era producido por lo siguiente: en el balcón del primer piso colocaban una imagen de un humano que se agarraba con sus manos a un madero colgando en el vacío. De su boca salía un extraño artilugio al que prendían fuego y tras silbar, explotaba con gran ruido. A continuación esta imagen empezaba a dar descomunales volteretas y volatines en el aire, rompiéndosele la ropa a jirones. Era como si se castigara a si mismo por algún suceso extraño y que nunca acababa de pagar, pues cada año repetía lo mismo. A mis padres les daba pena tanto tormento.








Enseguida pensé que aún faltaba lo mejor. Mañana domingo temprano, es cuando los humanos trataban de imitar sin suerte, tal y como nos contaron nuestros padres, el vuelo de las cigüeñas.

¡Los pobres nunca lo conseguían y mira tú que lo intentaban una y otra vez!



EL ANGEL


[Ancestral tradición tudelana de los siglos XIII - XIV, que se celebra el domingo de Resurrección en la Plaza de los Fueros. Fiesta en la que un ángel, encarnado por un niño, desciende surcando el aire hasta llegar ante la imagen de la Virgen, que tiene su cabeza cubierta con un velo negro, en señal de duelo por la muerte de su Hijo. El espíritu celeste le desprende de su velo evocando con este gesto la alegría de la Resurrección de Cristo al tiempo que le grita : "alégrate Maria, porque tu hijo ha resucitado". El ángel durante su trayecto va sacando de un saquete unas "aleluyas" en las que pone dicha frase, dejándolas caer sobre la multitud.]

OBRA INÉDITA DEL AUTOR JUAN F. CASANOVA PEREZ. RESERVADOS TODOS LOS DERECHOS. PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN.

Aún sin olvidar las emociones vividas, llegó el domingo. Tuvimos que madrugar un poco más que el día anterior. Como siempre, mamá trajinaba un poco por aquí y por allá, entretejiendo con su largo pico las ramas y sarmientos, dando más seguridad al nido.



Mi padre miraba una y otra vez al cielo y saludaba con su crotoreo peculiar a sus vecinos de tejado. La verdad es en que la Plaza de los Fueros de Tudela había bastantes nidos de mis congéneres, por lo que enseguida el crotoreo fue a más.






Aunque se veía algún hueco, la plaza se empezó a llenar de gente . Mis padres nos calmaban diciendo "que no temiéramos nada, que lo de hoy era más tranquilo y sin ruido".

Por nada del mundo quería perderme este momento en que los humanos tratan de imitar a las cigüeñas en su vuelo.

En el campanario junto al nido sonaron las nueve campanadas con el consiguiente susto para mí y mi hermano. A lo lejos se oía una musiquilla. Empezamos a mirar a través de los huecos del nido.

















Por la esquina de la calle del Muro aparecieron unas personas vestidas con extrañas y coloridas ropas, cascos metálicos en la cabeza y lanzas en la mano. Dice mi padre que "son una especie de guardia protectora no sabe para qué". Dice no saber que relación tienen con el "humano volador"







La multitud se abrió respetuosamente dejando paso. Los guardias hicieron su entrada en la plaza seguidos de una especie de toldo, bajo el que iba alguien protegiéndose quizás en caso de lluvia o calor.










Tras ellos se veía venir como una imagen de humano con la cabeza tapada, pero que avanzaba por encima de las cabezas de la gente. El murmullo iba creciendo. La comitiva dio la vuelta a la plaza y se detuvo al fondo de la misma frente a la Casa del reloj donde está nuestro nido. De un grupo de personas vestidas igual salía bonita música.

De repente mi padre anunció "que ya se abrían las puertas". Llegó el momento. Yo miraba pero aún no veía al cachorro humano tratando de volar. Por los gritos de la gente deduje que sus padres ya lo empujaban con cariño al vacío. Seguí mirando y enseguida le ví. ¡Ahí estaba, revoloteando sin parar de batir sus brazos! ¡Qué pena me dio! ¡No sabía volar! El pobre estaba suspendido de una cuerda para darle seguridad. ¡No se atrevían a que volara sin cuerda!.






El niño se esforzaba pero no le salía bien. Sobre su cabeza había una nube. Pero me di cuenta que a pesar de llevar alas, el niño no sabía usarlas y pretendía volar con sus brazos sin plumas. ¡Qué error!





Dijo mi padre que según decían en las reuniones africanas, "estos humanos de Tudela llevaban muchos siglos intentando volar como ellas, pero nunca lo conseguían a pesar de elegir cada año a las mejores crías de varones". Una vez lo intentaron con una cría hembra, y como lo hizo exactamente igual que los varones, se acordó que cada año lo intentarían de forma alterna varones y hembras.




Pero no lo han vuelto a repetir, no, y siguen con los machos.


23.03.2008
1ª niña Angel en la historia: Amaya García Ridruejo




























De vez en cuando se echaba mano a un saquete del que sacaba unos papeles que dejaba caer sobre la gente. El niño, quizás agotado por el inútil esfuerzo, se detuvo de pronto frente a la imagen. Le quitó el trapo del rostro y con fuerte voz le dijo algo que no entendí, pero que deduje que debió ser más o menos así, por lo que pude ver luego: "Lo siento, no puedo más, hasta aquí he llegado, me canso, y quiero que veas como vuelo hacia atrás".










Con gran sorpresa empezaron a salir muchas palomas de debajo de la imagen. Algunas eran conocidas nuestras, pues habían estado en nuestro tejado. Incluso mis padres nos señalaron a una que había estado en África con ellos.












Sonó una musiquilla agradable y la gente empezó a golpear una mano sobre la otra produciendo bastante ruido. Por los rostros se les veía contentos y quizás premiaban así al niño en su intento por volar.





Éste, volvió a mover sus brazos y extrañamente voló hacia atrás. Papá nos explicó que "no lo ha conseguido y por eso tiran de él con la cuerda hacia su nido".


El año próximo volverán a intentarlo de nuevo con otro crío o cría, pero dice mi padre que "tampoco lo conseguirán a pesar de sus esfuerzos".








El niño entró tras las puertas y al rato estaba en la calle, andando y formando parte de la comitiva que empezó a alejarse bajo la musiquilla agradable. La plaza quedó casi desierta.





Yo, a pesar de que me lo habían contado muchas veces, quedé muy sorpendido por el deseo de volar de estas gentes. Esto hizo que deseara con mayor interés que llegara pronto el momento en que mis padres me dijeran que ya podía volar sólo. Y cuando ésto sucediera, si veía a este crío, le enseñaría a volar con sus alas y no con sus brazos. ¡Quizás fuéramos amigos y pudiéramos volar juntos a África!.



Mis padres salieron a buscar comida y al volver nos contaron que vieron por todos los campos y orillas del río Ebro, a la gente preparando hogueras para celebrar con sus manjares este día de alegría, que aunque no lo comprendiéramos debía significar algo muy importante para ellos. Yo pensé que estaban contentos por el corto vuelo del niño, por lo menos lo intentó y voló algo.

Fueron dos días muy intensos los vividos por mí esta primera vez. Y me dije que cuando volara, iría a África como mis padres y que luego volvería o bien a este nido de la Casa del Reloj o construiría uno cerca de él, para poder ver bien y enseñarles a mis hijos las cosas que yo he visto y he aprendido de mis mayores en esta bonita Plaza de los Fueros en la ciudad de Tudela.



¿Sabías por qué decimos que a LOS NIÑOS LOS TRAE LA CIGÜEÑA?
Se trata de una fabulación procedente del folklore alemán y holandés que tiene su origen en los mimos y cuidados que estas aves dispensan a sus crías, que calientan el nido con tanto afán que hasta pierden plumaje.
Ya en Roma, impresionados por el amor filial de estas aves (monógama, fiel a su pareja y que cuida de sus padres cuando no pueden valerse por su edad) se promulgó la lex cyconaria, que era una disposición legal por la que se obligaba a los hijos a amparar a los padres ancianos.
La cigüeña, a la que se creía enviada de los dioses y se veneraba como pájaro sagrado, estuvo dedicada a la diosa Juno y a su cuidado estaban la protección de la mujer, el matrimonio, el alumbramiento y los recién nacidos.
Así no es de extrañar que en Escandinavia u Holanda (en todo caso parece que en la zona báltica) se inventaran la historia de la cigüeña que trae los niños para explicar a los más pequeños la aparición súbita de un nuevo miembro en la familia. En todo caso, el trabajo del cuentista danés Hans Christian Andersen contribuyó a propagar esta fábula
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